Así empieza la presentación de nuestra página Web, “La Fundación Pep Bonet Capellá la he gestado durante toda una vida de pasión por la imagen y la naturaleza. Toda una vida acumulando imágenes de los paisajes que nos rodean y, en particular, de la flora que los habita”… y es cierto.
Pero en nuestra presentación se dice algo más, “Otro objetivo importante de la Fundación es la difusión de nuestros conocimientos y técnicas, a desarrollar en forma de publicaciones, contenidos y/o formaciones, presenciales o virtuales”.
Hemos necesitado un tiempo para pasar de ser coleccionistas de imágenes a desarrollar eso que nos hemos marcado como lema, “DOCUMENTAR Y COMPARTIR”.
Empezamos por presentar nuestras instalaciones, en forma de artículos publicados en nuestro blog. Mostramos cada una de nuestras cámaras y muchas de nuestras técnicas. Una vez convertidos en institución, empezamos nuestras primeras difusiones, impartimos sendos cursillos de macrofotografía en los Jardines Botánicos de Sóller y de Valencia. Apoyándonos en nuestro archivo, y con la colaboración del Jardí Botànic de Sóller, escribimos un libro sobre dispersión de semillas. Hemos hecho varias exposiciones de flores y semillas. Ahora, hace unos meses, colaboramos con Projecte Home, impartiendo una charla sobre la utilidad de las fotos usadas en documentación científica y un cursillo de técnicas de cianotipia. En fin, hemos ido pasando de coleccionistas a documentadores.
Digamos que ha llegado el momento de “institucionalizar” nuestras actuaciones. Hasta ahora hemos tratado estas formaciones y comunicaciones como algo casual, más a la espera de que nos lo pidieran. A partir de ahora ponemos a disposición de nuestros usuarios un servicio más, “FORMACIÓN”, donde iremos actualizando diversas iniciativas formativas en diferentes propuestas, tipos y materias.
Entre nuestras asignaturas pendientes, como Fundación, está elegir y formar a nuestros seguidores, se pretende que la Fundación trascienda a las personas. Para esto hay un trabajo a realizar que es difundir nuestros conocimientos y compartir nuestros archivos e instalaciones. Esto está en nuestros estatutos y en nuestro manual de buenas prácticas…¡Pero es más! Con estas actividades aspiramos a encontrar gentes que se “encandilen” con nuestro trabajo y que puedan resultar “herederas” de nuestro saber hacer y de las instalaciones que hemos ido creando… ¡Lo que se llaman discípulos! Repetimos, lo de “crear escuela” es una asignatura pendiente que habrá que aprobar.
Por nuestra formación inicial, se nos da mejor la actuación pública y personal que la comunicación virtual. Por eso, por ahora, vamos creando guiones de cursos y conferencias, a veces con un nivel único y otras con dos niveles, “gran público” y “formación escolar” para niveles ESO/BACH. En el nuevo botón que aparece en el menú superior de nuestra web están los guiones de nuestra oferta.
El último artículo publicado en este blog fue el referente a la equivocación que cometí, hace muchos años, al confundir los estigmas y anteras de Cytinus hypocistis con las semillas de dicha planta (se puede consultar)
Las cosas no suceden porque si, el descubrir el error (y subsanarlo) fue debido, primero a que algo he aprendido con los años, en segundo lugar, que llevo años preparando la edición de un libro, precisamente sobre semillas y uno se vuelve más observador y, en tercer lugar, que, en una excursión a la zona de Muleta, en Sóller, encontramos el otro Cytinus, el C. ruber, que, rápidamente pasó a engrosar los archivos de la Fundación.
Veamos la historia de esta nueva referencia. Nuestro archivo más importante, y en el que llevamos “toda la vida trabajando”, es botánico. Empezamos con flores y terminamos especializados en frutos y semillas. Pero las plantas crecen, libres, en el campo, a veces en el campo de al lado y otras en lo más alto y recóndito de la montaña. Para eso nuestro primer contacto suele provenir de excursiones, paseos o, directamente, de expediciones de herborización.
En el caso de C. ruber, nuestro primer contacto fue en una salida de herborización del Jardí Botànic de Sóller. Un experto y algunos aficionados recorríamos una zona de la Tramontana buscando e identificando plantas, incluso recogiendo las más significativas para montar pliegos de herbario para posteriores trabajos científicos. En el lugar adecuado, debajo de un Cistus, apareció un Cytinus parasitando y que fue identificado como C. ruber.
Como no estaba en el archivo de la Fundación, empecé el protocolo de documentación. En este tipo de salidas en grupo, botánicas o no, con una meta clara de cubrir territorio, de explorar la mayor superficie posible, jamás llevo el equipo fotográfico “potente”. Hay varias razones, pero la más importante es que, aunque sean fotos de campo, hacer un documento para la posteridad, documentar una planta que, quizá, pueda terminar ilustrando un trabajo de investigación importante, implica “montar un estudio in situ”. Si visitáis el blog de la Fundación encontraréis algunos artículos, precisamente, de cómo hacemos el trabajo de campo, por ejemplo “TÉCNICAS EN LA FOTOGRAFÍA DE CAMPO”.
Queda claro que una serie de fotos “como Dios manda” implica parar, extender cámara y muchos accesorios, controlar encuadres e iluminaciones, soportes, reflectores, protecciones al viento, etc. No es descabellado dedicar una hora a una planta y aprovechar para tomar una serie de fotos técnicas, científicas y artísticas que formarán el primer corpus de nuestro archivo. Ya que se ha encontrado un taxón nuevo para la Fundación, lo lógico es sacarle el máximo provecho, pero esto es incompatible con un grupo de botánicos que están haciendo otra cosa. Por eso, en las salidas de grupo, lo máximo es llevar una cámara pequeña, sin accesorios, para tomar alguna instantánea de referencia.
Esto implica que habrá que hacer otra excursión al lugar de la planta, esta vez en solitario (o acompañado de gente dispuesta a parar por tiempo indefinido (a veces otros fotógrafos, porque en la Fundación lo compartimos todo, incluso nuestros “modelos”) provistos del equipo “serio”, dispuestos a dedicar todo el tiempo necesario a inmortalizar la planta hallada.
Pero no acaba aquí, nuestra especialidad son frutos y semillas, que suelen seguir a las épocas de floración. Pero, a efectos de documentar, es importante tener una secuencia de la vida de la planta, en ocasiones puede ser interesante desde la salida del cotiledón, tronco, hojas, textura de la planta, flores, etc. Esto permitirá documentar cualquier trabajo sobre dicha planta y, por descontado, representa hacerle tantas visitas como sea necesario. En el caso de plantas raras, de poca dispersión y encontradas en lugares remotos, significa hacer expediciones remotas y, por tanto, pesadas, a veces desagradables.
Retomando a nuestro C. ruber, por falta de disponibilidad sigue pendiente hacer la documentación de alta definición, en este momento solo tenemos las fotos de campo que se tomaron con una cámara casi compacta, una Panasonic Micro 4/3 de 12 Mpx. Para una publicación en A4, sin grandes reencuadres, es suficiente, pero siempre hay que prever que la foto pudiera ilustrar un cartel de presentación de algún acontecimiento con medidas cercana o superiores al metro… y, en este caso, nuestro archivo es insuficiente para un trabajo de calidad.
Lo que no podíamos dejar pasar era la fructificación, se hizo otro desplazamiento a Muleta (Sóller) para recoger unas muestras de planta completamente desarrollada, con las semillas ya maduras, entre otras cosas porque las semillas (y en particular estas semillas que tienen un tamaño de unos 0,2 mm) no se pueden fotografiar in situ con una cámara compacta, en plan “salir del paso”. Hay que realizar un trabajo de macro extremo, con cámaras especiales, con técnicas que también hemos publicado en nuestro blog (hay varios artículos) y, ya que estamos, usando la cámara más potente que tenemos, una Fuji DFX50 de 50 Mpx.
Así y todo, en el caso de C. ruber, hicimos una primera serie de semillas que resultaron inmaduras. Hubo que volver al sitio pasado un tiempo y volver a recoger muestras mas granadas, con las semillas mas maduras. En el caso concreto de los Cytinus se da el caso de que las semillas crecen en una melaza (por cierto, dulce y con algunas propiedades medicinales) lo que dificulta mucho sacar buenas fotos de ellas, cosa que se soluciona dejando secar la planta durante semanas.
Como habrás ido siguiendo, amigo lector, estos archivos, que puedes consultar en nuestra web, fundacionpepbonetcapella.com y que podemos compartir contigo (siguiendo las normas de la Fundación), son el resultado, a veces, de años de seguimiento, de múltiples desplazamientos, de largas excursiones, a veces repetidas, de días de trabajo físico e intelectual, de muchas horas de ordenador, para apilar, montar, limpiar, retocar luces, etc. Excuso contar que ha habido plantas, como fue la Merendera filifolia, que nos dieron esquinazo durante tres años para unir flores, frutos y semillas. O las veces que hemos encontrado la planta, pero parasitada hasta el extremo de no encontrar semillas, solo gusanos… ¡Nos ha pasado de todo, y más que nos pasará!
En fin, la Fundación, aparte de la seriedad que la caracteriza, también son estas historias del quehacer diario y nuestros archivos, que están sacados de la realidad, implican todas estas situaciones y más. Por tanto, si crees que nuestro trabajo resulta interesante, compártelo, difúndelo, quizá en tu caso concreto solo te sirve de entretenimiento o curiosidad, ¡un placer por nuestra parte! Pero puede haber gente, estudiantes, docentes, investigadores, incluso comerciantes, que puedan aprovechar nuestros archivos para mejorar SUS TRABAJOS, sean de investigación o difusión y, para la Fundación, esta es su razón de ser.
Dicen que el hombre propone y Dios dispone. No soy demasiado de frases hechas ni de convencionalismos, pero algo de eso hay. Por un desafortunado accidente (no grave) he tenido que estar unas semanas “en dique seco” y tener el blog un poco abandonado… Resueltas mis cuitas, ¡vuelvo a la batalla!
En la reincorporación (hay que empezar por algo, sea lo que sea) repasé y me faltaba la flor masculina de Ceratonia siliqua, algarrobo para los amigos. O sea, que aprovechando para hacer un poco de ejercicio con mi trike, me metí en un algarrobal con todo mi equipo… para “pedirle peras al olmo”.
Ya he hablado en otras ocasiones del macro extremo a base de tomas en planos diferentes y posterior montaje de las zonas enfocadas de cada plano. Dicho así parece fácil, pero si analizamos las imágenes ¡todo son problemas!
El primero es que enfocar planos diferentes obliga a adelantar o atrasar la cámara, por lo que el objeto cambia de tamaño en cada toma.
Yo me crie en el mundo de las ampliadoras y la foto química. Intentar superponer “a registro” (con coincidencia de todos los puntos) fotos de distinta escala era algo así como una epopeya. Solo en las imprentas, que tenían este problema a menudo, disponían de una cámara de fotos especial para controlar la escala, la “REPROMASTER”.
Actualmente este problema está superado, a través de IA y de procesadores matemáticos, gracias a que las imágenes se toman digitalmente sobre matrices de sensores colocados con precisión micrométrica. Midiendo el nivel de iluminación y las coincidencias laterales de millones de puntos de la imagen, aunque las escalas sean diferentes, se pueden superponer con precisión imágenes como las del dibujo.
Una vez que se tienen TODAS las imágenes perfectamente alineadas, una vez que el programa las ve perfectamente coincidentes en todos sus puntos, se hace otro milagro de la informática y de las matemáticas que la sustentan.
Alguna vez he hablado de la acutancia, recordémosla. Las cosas enfocadas se ven “limpias”, se ven con los bordes perfectamente definidos, mientras que en los desenfoques los bordes se difuminan. Este borde definido, este contraste entre luz y sombra, este intuir un canto vivo, es lo que a nosotros nos resulta “enfocado” mientras que la pérdida de detalle la entendemos como desenfoque.
Veamos, por ejemplo, en esta foto de arriba, los detalles de una zona enfocada, a la derecha, y otra desenfocada, a la izquierda. Está claro que en la zona enfocada se detectan unas pelusillas (nota: las fotos del escrito tienen escasos 300 píxels, lo justo para ver el efecto. Los originales están tomados a 8256×6192 píxels, con sensible mejor definición) En ambas muestras, derecha e izquierda, “hay los mismos pelillos”, el tronco es el mismo, sin embargo a la derecha somos capaces de ver blancos y sombras que nos permiten separar pelillos, básicamente diferencias de luz y sombra (acutancia), mientras que a la izquierda solo tenemos una mancha difusa que no nos permite saber dónde empieza ni donde acaba nada, ¡está desenfocado!
Hagamos un inciso, porque yo me niego a adorar la informática y a creer que un ordenador es “más inteligente que yo”. He citado que los programas de apilado, el tipo de programa que es capaz de analizar las “n” fotos, tomadas en distintas capas, que es capaz de seleccionar de cada foto los planos enfocados, vamos, que “recorta” todas las zonas enfocadas de las “n” fotos y que luego es capaz de recomponer el “puzle” usa IA, inteligencia artificial para los amigos. Reconozco la inmensa potencia de análisis y cálculo que aporta una máquina a nuestro servicio, incluso admito que a esto se le llame “inteligencia”, sobre todo porque se adjetiva como “artificial”. Pero ¡nada que ver con la inteligencia humana!
Lo que si es cierto, que es lo que se usa en este tipo de programas, es que se puede hacer un análisis de todos y cada uno de los píxeles de la imagen. Resulta relativamente fácil leer y medir los 50 millones de píxeles de la imagen original, compararlos uno a uno con los píxeles que le rodean y valorar si la diferencia de luz, de contraste, la acutancia en cada uno de esos 50 millones de píxeles, se puede considerar de “píxel enfocado” o de “píxel desenfocado”.
En la configuración del programa nos habrán permitido establecer los niveles de acutancia del análisis anterior, con lo que definiremos la precisión en la selección de zonas enfocadas. No siempre nos lo definirán por acutancia, los programadores ni se fían de nuestros conocimientos, ni emplean los mismos parámetros ni el mismo vocabulario. Es muy normal que, en las configuraciones nos dejen elegir la distancia máxima en píxeles entre diferencias de contraste, más o menos viene a ser lo mismo.
De esta manera conseguimos separar las zonas enfocadas de cada una de las capas que hemos fotografiado, para luego montar una única foto con la superposición de todos estos recortes y que se queda “con lo mejor de cada una”.
Lo que acabamos de ver funciona perfectamente en estudio, pero en la naturaleza, la foto macro in situ, presenta otro GRAN problema: EL AIRE MUEVE TODO CONTINUAMENTE.
Si repasamos la teoría anterior sobre el apilado de imágenes, tenemos el primer problema de la escala, solventable porque la escala se aplica A LA TOTALIDAD de píxels… y los ajustes de tamaño entre fotos son uniformes a toda la imagen. Sin embargo, si el viento mueve mi objeto, rama, flor, hoja, etc, las distintas tomas de cada plano son fotos diferentes. No solo sigo teniendo el cambio de escala de mi objeto, además el objeto no mantiene la misma posición respecto al fondo. Si pretendemos analizar la foto píxel a píxel resulta que no se puede obtener coincidencia porque no existe. Por eso he hecho la observación de que la IA es una inteligencia relativa.
Esto es lo que pasa cuando se pretende hacer un apilado, un macro extremo, de una foto in situ. Por ligera que sea la brisa es inevitable algún pequeño movimiento de nuestro sujeto y, al pasar al programa de apilado este se vuelve majara y termina seleccionando mal y montando peor.
Como que este artículo se refiere a flores de Ceratonia siliqua, la foto de portada es un racimo de flores hermafroditas, con los estambres ya resecos y los pistilos, fecundados, ya convertidos en futuras algarrobas.
En el caso específico del algarrobo, cosa que se da en otros árboles, como por ejemplo el cacao, hay un regalo para el fotógrafo, flores y frutos pueden crecer en el mismísimo tronco. Lo más habitual, en la mayoría de plantas, suele ser que las flores crecen en las yemas anuales, la planta despierta del invierno, empieza a abrir botones con hojas nuevas, crecen ramas tiernas y salen flores. Por descontado que en estas flores saldrán los frutos para crear semillas y seguir el proceso reproductivo.
Sin embargo hay árboles que sacan frutos en leña vieja. Es el caso de la higuera y sus mamas, o del cacao con sus frutos colgados del tronco y ramas gruesas. Esta misma situación se da en el algarrobo y eso nos permite hacer fotos por planos paralelos, como si estuviéramos en el estudio.
Se observa perfectamente que la flor masculina, arriba, y la femenina, abajo, han crecido en troncos que la brisa no ha podido mover. Ambas fotos están tomadas en planos paralelos, separados unos pocos milímetros y apiladas por capas, con lo que se obtiene una toma macro imposible de sacar en una foto única.
Ya he comentado en otras ocasiones que #fundpepbonet es la síntesis altruista de toda mi vida. Mi intención es legar a la Humanidad, las pocas cosas que pueda haber aprendido y estoy encantado de compartir “mis secretos” y “mis técnicas”. Por descontado que este blog es abierto, público y “de dos direcciones”, cualquier duda que os aparezca, ¡consultad! No dudéis que si tengo una respuesta siempre será para compartir.
Y si os parece que estos conocimientos pueden ayudar a algún conocido vuestro, no dudéis en pasarle la dirección de la web.
Solo por la difusión y extensión del conocimiento se puede progresar. ¡Del oscurantismo nunca salió nada bueno!
El pasado sábado 23 de Noviembre impartí un Curso de fotografía Macro Extremo en el Jardín Botánico de Sóller.
“Documentar y compartir”, el lema de #FundPepBonet. Hemos dedicado un sábado a compartir nuestros conocimientos y nuestras técnicas en Jardín Botánico de Soller, en un curso de “Macro Extremo”.
Para sentar las bases, sobre todo para frenar algunas leyendas urbanas, dedicamos una primera parte a las bases teóricas de la fotografía digital, número de bits necesarios para una publicación, “calidad” de esos bits, qué diferencias hay entre el bit de un móvil, por ejemplo, y el bit de un “full frame”. También revisamos la física óptica para entender el comportamiento de un objetivo, del diafragma y de la profundidad de campo, tan imprescindible en la fotografía macro. A todo esto le pudimos añadir el efecto de interferencia de la luz, para explicar por qué siempre hay un diafragma mejor que todos los demás.
Aclarados estos conceptos, fue fácil explicar que para el macro extremo, actualmente con técnicas digitales y unos programas potentísimos, tomar fotos por capas y apilarlas es una forma de conseguir profundidades de campo “imposibles”.
Como, organización y asistentes, estábamos convencidos que “las penas con pan son menos”, nos despejamos de tanta teoría con un café con pastas y pasamos a realizar un par de fotos reales, con el equipo que ya posee la futura Fundación, donde los participantes pudieron experimentar la forma de trabajar en la que nosotros ya somos expertos.
Y, para cerrar el curso, aunque fuera la parte menos novedosa, apilamos y retocamos cada toma realizada y “las archivamos”, según el patrón que hemos mantenido hasta ahora.
Como se puede ver un programa denso, fueron 5 horas lectivas, pero asequible y “bien equilibrado” por una pausa de café y otra de “tentempié”.
A nivel personal, y por eso he empezado el proyecto de montar una fundación, creo imprescindible compartir los conocimientos. Ya, en el colmo de la filosofada, creo que la humanidad ha avanzado porque tenemos la capacidad de aprender y no es ético atesorar conocimientos, solo con la finalidad de poder “ser el único” que los tiene.
Por ahora a nivel personal, ya llevo muchos años compartiendo esas fotos de plantas, de frutos y semillas. Fueron útiles, por ejemplo, en la edición del libro “Colette” para aportar un conocimiento científico a unas exquisitas acuarelas de temas botánicos. El Jardín Botánico de Sóller ha usado fotos mías en trabajos de divulgación. Incluso he cedido fotos a científicos para documentar una publicación.
Digamos que estoy orgulloso de que “mi granito de arena” ha servido para que el gran público haya podido aprender “algo más”, por poco que sea. Imaginad la alegría que puede reportar el conseguir “institucionalizar” estas colaboraciones, saber que todo el trabajo amateur de toda una vida disfrutando el tiempo libre puede acabar publicado para uso y disfrute de la humanidad, evidentemente no para descubrir nada, pero si para alegrar y culturizar ¡qué no es cualquiera cosa!