Con este Zigophyllum fabago damos por acabada la digitalización de nuestro archivo de antiguas diapositivas botánicas, ¡trabajo realizado!

Con este Zigophyllum fabago damos por acabada la digitalización de nuestro archivo de antiguas diapositivas botánicas, ¡trabajo realizado!

Seguramente todo el que lea este artículo conoce a alguien que tiene diapositivas y que “habla de escanearlas”, porque se están deteriorando, pierden color, han criado hongos, no tiene proyector, las quiere compartir, etc., etc.

Nuestra Fundación, precisamente, parte de un archivo de 3263 diapositivas de formato medio con la temática de flores y, en especial, frutos y semillas de planta autóctona balear. (De este archivo, ampliado con tomas digitales, ya ha salido un libro, https://fundacionpepbonetcapella.com/reforzando-la-idea-de-la-fundacion-he-editado-un-libro/, del que aquí hay una reseña) Nota: La Fundación tiene algo más de 3263 fotos, el resto de archivo ya es digital de nacimiento y, además, quedan algunos miles más de diapositivas, básicamente de paisajes, que con el tiempo digitalizaremos.

Hace ya algunos años que solo tomamos fotos en digital, pero esas más de tres mil imágenes químicas forman un corpus importante en cuanto a semillas y su posible dispersión y había que ponerlas “a disposición”. Para la edición del libro “DIÁSPORAS” se escaneó lo necesario, solamente las diapositivas necesarias y para el tamaño necesario para el libro. A pesar de todo, se sacaron archivos de 17 MB, más que suficientes para fotos que iban a medir 123 x 123 mm como máximo, incluso era más que sobrado para reencuadres.

Ya encaminado el libro, surgió la idea de crear nuestra Fundación y, en este momento, se planteó que nuestro archivo era algo más que editar un libro, había mucho más material que el estrictamente publicado y, además, nuestras imágenes de 53 x 53 mm permitían ampliaciones tamaño poster y, sin ningún problema, impresiones de 50 x 70 cm a máxima calidad. Esto nos llevó a reescanear, esta vez la TOTALIDAD de nuestras diapositivas y con mucho más nivel. Quizá un poco limitados por la calidad de nuestro scanner, decidimos seleccionar un tamaño de 5000 x 5000 píxeles, presentados en RGB, en formato TIF de 8 bits sin compresión, han resultado archivos de 73 MB.

Por ejemplo, del mismo Zigophyllum fabago, un detalle de las semillas, que en este artículo se presenta comprimido y con el que se podría imprimir, perfectamente, un poster de excelente calidad.

Para toda esta gente que “piensa en escanear sus viejas diapositivas”, ¡OS ANIMO A HACERLO!… pero con los pies en el suelo.

Para empezar, este proyecto de digitalización de 3263 diapositivas empezó el 28/12/2019 y ha terminado el 27/06/2022, ¡31 meses de trabajo, menuda inocentada! Entre escanear, retocar, quitar “porquerías”, ajustar luces y colores, etc., cada diapositiva se ha llevado cerca de una hora de trabajo, más de 3000 horas de ordenador “matando marcianitos”. Recordemos que la jornada laboral en España anda por las 1826 horas anuales.

En agosto de 2020 ya publicamos un artículo sobre el tema, concretamente sobre el retoque, https://fundacionpepbonetcapella.com/digitalizacion-de-un-archivo-de-diapositivas/, donde aprovechamos para hablar del color degradado de las diapositivas viejas, donde se hablaba de la acutancia y de lo conveniente que resulta retocar los bordes de la imagen para presentarlas con mejores contrastes, etc.

En el plano teórico, cuando se inventó y socializó la diapositiva, la finalidad principal era proyectarla sobre una pantalla reflectante o, la mayoría de veces, sobre una pared encalada (yo llegué a proyectar sobre paredes pintadas “al gotelé” o sobre fachadas de casas) Eso implicaba que debía ser muy contrastada para que se viera algo viva, que no apareciera una imagen desvaída. Al mismo tiempo, los colorantes químicos a duras penas conseguían registrar 5 niveles de luz, para entender esto habrá que hacer algo de historia.

Ansel Adams inventó un sistema para medir la luz de una escena y exponer “lo mejor posible” una película (pensad que el sistema digital “ni estaba, ni se le esperaba” y que la película era bastante limitada) El llamado SISTEMA DE ZONAS establecía ONCE NIVELES, desde un “negro total sin detalle ni textura” hasta un “blanco puro”, exactamente igual que el negro, sin detalle ni textura, en aquel tiempo le llamábamos “blanco pelado”. La idea era que, entre nivel y nivel, hubiera el doble de luz, o, dicho de otra manera, un diafragma de diferencia. Durante años, cualquier fotógrafo que se preciara tenía las “cartas de grises y de color”, lo mismo para testar una película que para verificar una iluminación, eran muy normales las fotos con las cartas de control en un rincón, simplemente para estar seguros de “hacer las cosas bien”, seguros de poder presentar una copia lo más fiel posible a la realidad.

Actualmente, con el sistema digital, hacemos algo ligeramente parecido. Establecemos un blanco puro, totalmente iluminado, y un negro total, con cero luz, y lo dividimos en 256 niveles (8 bits) o en 65.536 niveles (16 bits) Está claro que solo tiene de parecido que seguimos midiendo entre negro y blanco, pero los bits nada tienen que ver con los diafragmas. En realidad, los bits solo establecen cuánta delicadeza vamos a establecer entre un gris y los grises anterior y posterior, solo definen escalones para subir del negro al blanco.

De hecho, el fotómetro de la cámara sigue, históricamente, “centrándose en “ZONA VII”, en aquel nivel de gris que Ansel Adams decidió que era el nivel medio de iluminación de aquellos magníficos paisajes de Yellowstone. Pero cualquier sensor de baja gama actual cubre, sobradamente, las ONCE ZONAS de Ansel Adams (tienen más latitud que la película) y, en cámaras de alta gama pueden llegar a registrar ¡hasta 14 zonas! Pero, de todo esto, salvo especialistas, ya ni nos enteramos. La inmensa mayoría de cámaras, compactas, móviles, toda la gama “aficionado”, en fin, la casi totalidad de fotos que se toman actualmente, se disparan en automático, nada que ver con iluminación-revelado-ampliación.

Además, ahora entramos en intentar mezclar “churras con merinas”. Con el proceso químico, negativo o diapositiva, no existía ninguna película que pudiera registrar los once niveles del sistema de zonas. Los mejores negativos de B/N, con los mejores reveladores, llegaban a registrar 7 niveles, el negativo de color, con suerte 6 y la diapositiva entre 5 y 6 (casi siempre 5) Eso significaba que en una misma foto no podía coexistir “el blanco y el negro”. Entonces aparecía el “saber hacer” del fotógrafo. A mano y con cartulinas y mucha habilidad, se copiaban los negativos haciendo “reservas”, alterando los tiempos de exposición del papel, sobre o sub exponiendo partes de la imagen para alterar la copia final, de tal forma que “SI” que aparecían “negros y blancos”. Fue toda una época que ya no existe… ¡pero las diapositivas y los negativos si!… y pretendemos digitalizarlos.

No entraremos en estas técnicas, que algunos, pocos, siguen practicando, pero si que habrá que entender algo de ellas porque escanear una diapositiva, solo escanearla, suele ser un proceso decepcionante, la diapositiva nos aporta TODA SU POBRE INFORMACIÓN LUMÍNICA, información incompleta, por falta de rangos de luz y porque, para compensar nuestra visión, se la contrastó excesivamente.

Repito, una diapositiva era un soporte intermedio, bien para reproducirlo sobre una superficie, “blanca casi siempre”, y con distintos niveles de reflectancia, o bien para reproducirla en papel, a veces como copia directa con técnicas fotográficas i, la mayoría de veces, en papel por técnicas de imprenta.

Nuestro concepto actual de una foto digital es que la veremos en una pantalla que proyectará dicha foto en forma de luz. Hay mucha diferencia entre ver una imagen reflejada o ver “su luz” directamente a los ojos. Para cualquier fotógrafo actual, use la cámara que use, la imagen la lee un sensor capaz de leer desde el negro hasta el blanco, con todos sus niveles de gris, sea en 8 o en 16 bits. Hay que decir que nuestro ojo separa tranquilamente 1000 niveles de gris, lo que en digital deberíamos presentar como 10 bits y que, por nuestra fisiología, cuando juntamos nuestra sensibilidad de conos y bastoncitos más la ayuda de nuestro cerebro, capaz de inventarse luces y colores, podemos llegar a diferenciar varios millones de niveles, nuestro cerebro, en situaciones límite, es capaz de llegar a 24 bits (hablando en digital) Sobre esto también escribimos un artículo en junio del 2020 a raíz de explicar cosas de iluminación https://fundacionpepbonetcapella.com/calidad-de-la-luz-para-fotos-de-naturaleza/.

Volviendo entonces al escaneado de diapositivas, ahora que podemos entender el nivel actual de un simple móvil mandando una foto por WhatsApp, está claro que el sensor digital de cualquier scanner, digitalizando una diapositiva, encima vieja, quizá maltratada, con su superficie química oxidada, este scanner nos dará una imagen de “exactamente la diapositiva que tenemos” y la primera mirada puede ser decepcionante.

Descarto volver a hablar de “limpiar la superficie”, damos por supuesto que rozaduras, cagadas de mosca, pelusillas, manchas, etc., ya están resueltas, en argot, “hemos matado todos los marcianitos”.

También descarto hablar del problema de oxidación de colorantes y el consiguiente cambio de color de la diapositiva, normalmente cambiando hacia un color rojo-violáceo, con cualquier procesador de imagen se corrige con facilidad.

Vayamos directamente a las carencias de blancos o de negros de la diapositiva. Como que la diapositiva no era capaz de abarcar desde “negro a blanco” en diez diafragmas, solo conseguía retener entre 5 y 6, el buen hacer del fotógrafo consistía en exponer “para que saliera lo más importante de la escena”. El fotógrafo decidía si en la escena había mucho sol y había que evitar quemarla o si, al contrario, lo importante quedaba en sombra y era necesario abrir un poco el diafragma para mantener detalles. Como anécdota de los tiempos de la película y de los procesos químicos, la prueba de fuego de un buen fotógrafo era sacar las fotos de boda de un matrimonio de postín, ella de un blanco inmaculado, con un vestido rico en bordados blancos, carísimo, y él en un exquisito traje negro, que no tenía bordados, pero que en las fotos debía verse la “hechura”, cosa solo apreciable por las sombras y arrugas “negras sobre negro”. Por descontado que NUNCA se fotografiaba una boda en diapositiva, siempre en negativo que podía aportar 2 diafragmas más. Menos mal que en negativo siempre quedaba el truco de “exponer el negativo para las sombras y revelar las copias para las luces”.

Escanear diapositivas significa que, con un instrumento digital de precisión, debo ajustar cada una de ellas a un nivel de luz que abarque desde el negro al blanco, ¡de una sola vez!

Menos mal que todos los procesadores de imagen incorporan una herramienta que nos permite alterar los niveles de luz por zonas, aclarar u oscurecer negros o blancos por separado. En digital disponemos del histograma, que no es otra cosa que una gráfica de cada uno de los valores de gris que nos ha dado nuestro sensor (8 o 16 bits) y, en los sistemas digitales, la electrónica nos provee de amplificadores y atenuadores. Gracias a esta tecnología, es relativamente fácil hacer los negros mas negros y los blancos más blancos, o viceversa. Todos los procesadores de imagen nos permitirán variar partes del histograma por separado, sea directamente alterando la curva, sea ajustando luces y sombras por separado, sea reajustando contraste de la imagen.

Gracias a la tecnología, a cada una de las diapositivas escaneadas nos será fácil equilibrar aquellos pobres 5 niveles de gris para que lleguen a verse los 11 niveles de las 11 zonas. No siempre se puede lograr la perfección, a veces se quedan en menos zonas, siempre dependerá de lo bien expuesta que estuviera la diapositiva, pero lo que es cierto que no es solo escanear, aparte de limpiar y ajustar colores, hay que reconstruir los niveles de luz de la escena… siempre en el bien entendido que esta reconstrucción es subjetiva, la escena original igual no la hemos visto nunca, la presuponemos.

Precisamente, porque este reajuste de luces es ficticio, inventado, si escaneáis diapositivas y las limpiáis y reajustáis, hacedlo siempre trabajando a 16 bits. El programa que uséis para retoque deberá “inventarse” niveles de gris. Si le dais lo justo, 8 bits, cabe la posibilidad que no pueda hacerlo y, en vez de mejorar, empeorareis. Mientras que a 16 bits el programa lo tiene más fácil para recalcular (estos programas, en realidad, son matemática pura) Cuando la diapositiva esté perfectamente acabada se archiva a 8 bits, sin problemas y con la mejor calidad posible.

Por descontado que todo este rollo ha sido en clave de gris. La explicación para color es exactamente la misma, solo que la imagen se lee “en tres grises de tres colores distintos”, RGB.

Acabo de releer este “tocho” y veo que hay más cosas que decir, pero también he visto que es denso, muy denso, tanto que pudiera llegar a pesado. Vamos a dejarlo aquí, si aparecen dudas la Fundación está para ayudar. No dudéis en contactarnos si os podemos ayudar, nuestra divisa es DOCUMENTAR Y COMPARTIR.

En otro orden de cosas, si os ha parecido interesante, útil, no dudéis en compartirlo. La Fundación NO ES UN NEGOCIO, la Fundación es un lugar de encuentro donde compartir tanto material como conocimientos. Nuestra intención es buena, pero si no conseguimos darnos a conocer está claro que poco vamos a compartir.

Reforzando la idea de la Fundación, ¡he editado un libro!

Reforzando la idea de la Fundación, ¡he editado un libro!

En Mallorca decimos “de sa feina surt es profit”, literalmente, del trabajo sale el provecho.

No os daré “la turra”, pero, en los años que llevo publicando en redes he ido contando muchas de mis aventuras que, al fin y al cabo, han representado trabajo, sea por mis viajes, por mis construcciones, por el archivo de fotos logrado, por tantas y tantas cosas que llevo hechas. Siempre haciéndolas con el ánimo de que fueran “útiles”, pero con la clara idea de divertirme.

Entre tantas cosas que me definen está que hace más de treinta años que empecé a hacer fotos de “florecillas”. Un día, por casualidad, me llamó la atención el fruto en forma de judía de un árbol de una urbanización… ¡y me enganché al tema! A estas alturas ya presumo de que llevo media vida detrás de frutos y semillas, obsesionado.

Hace unos cinco años, J. L. Gradaille, a la sazón director del Jardín Botánico de Sóller, me recordó una conversación que llevábamos manteniendo desde finales del año 2000, y que no llegábamos a terminar: ¿Qué hacemos con mi archivo de frutos y semillas?

Llevábamos años hablando de editar un libro sobre la dispersión de las semillas, con aquello de “habría que hacerlo”, “es necesario”, etc., pero nunca “nos poníamos a hacerlo”. El detonante es que hace esos más o menos cinco años, un susto de salud nos recordó que somos finitos y que, si hay que hacer algo, ¡hazlo!… que para mañana puede ser tarde.

Hace, precisamente, unos cinco años Pep Lluís y yo nos metimos en un berenjenal. Por aquel entonces yo ya tenía un archivo de cerca de 500 taxones, había varios miles de fotografías seleccionadas, todas correctas. (Como nota personal, desde que entré en el mundo de la diapositiva de formato medio, profesional para los amigos, cualquier foto técnicamente incorrecta, movida, desenfocada, mala luz, etc., acabó en la basura)

Con estas referencias nos creíamos que montar el libro serian un par de meses de trabajo, ¡ja! Empezamos a seleccionar y empezaron a salir problemas tontos, Pep Luís, que llevaba el peso botánico (sabe del tema muchísimo más que yo) se miraba una foto, ­- “¡Uauuu! ¡Qué maravilla de foto! ¡Espectacular!… lástima que no se ve bien la dehiscencia”-

¿Qué puñetas debe ser una dehiscencia?, me preguntaba yo. Miraba la siguiente, se volvía a emocionar mucho, pero ahora no le gustaba el ángulo de toma porque, justamente este fruto o semilla se caracteriza por un eleosoma, o por unos pelos, o por vete tú a saber qué, y con el ángulo de toma que yo había elegido, precisamente esta tontería botánica no destacaba… ¡La foto espectacular, para enmarcar!… lástima de la tontería.

Dicho así parece que todo mi archivo era un fracaso, no, no es cierto, el libro que llegamos a montar salió, casi todo, del archivo original. Pero si que se tuvieron que replantear un centenar de fotos. Dedicar media vida a construir un archivo digamos que es cómodo, vas haciendo, pero, estoy escribiendo esto en abril, en primavera. Como alguien me pida un madroño con mucha urgencia, por muchos milagros que pueda hacer, ni lo comeremos ni le haremos fotos hasta el otoño próximo.

Todas estas fotos “tan maravillosas, pero que se podían mejorar” nos pusieron a contrarreloj. Pero, más problemas, el libro es de flora silvestre y las plantas nacen y crecen “donde les da la gana”. No solo había que esperar, además había que ir a buscarlas… y no os creáis que crecen al lado de casa, muchas veces lo hacen en lugares insólitos, teniendo que ir varias veces hasta encontrarlas “en sazón” … ¡maldita dehiscencia! Nos ayudó mucho que el Jardí Botánic de Sóller sea un jardín de conservación y tenga, vivas, bastantes de nuestras carencias, pero, así y todo, no nos salvamos de un montón de viajes a “herborizar”, o mejor dicho, a “semillear”, ¡al otro lado de la isla!

Está claro que la selección ya fue problemática, Ítem más, la maquetación. Quien escribe una novela manda el texto, escrito a mano si hace falta, al maquetador y se desentiende. Pero, si resulta que un pelito, o los restos de un pistilo o la famosa dehiscencia son tan importantes que tuvimos que ir cinco veces a la Albufera para repetir una foto, ¡solo nos faltaba que el maquetador (que no tiene por qué ser botánico) nos fastidiara la foto! Sin tener excesiva idea del tema, nos pusimos nosotros a recortar fotos… y, ya que estábamos, tuvimos que contar las palabras de los escritos de TODAS las fichas, en tres idiomas, para que se pudieran colocar en el rincón que quedaba… ¡CINCO AÑOS, CINCO, MONTANDO LIBRO!

En fin, que “de sa feina surt es profit” y el día 6 de abril del 2022 presentamos en público “DIÁSPORAS, frutos y semillas de la flora balear. DISPERSIÓN”. Es un éxito personal, por fin he escrito un libro, pero es que, es más. Estos últimos años procuro ir cerrando proyectos, inexorablemente la vida sigue y hay que procurar dejar obras hechas, útiles a la humanidad (no es necesario salvarla de nada, pero la vida creo que está para hacer algo útil)

Hace ya mucho que tuve hijas. Durante mi vida he plantado árboles. Hace ya 10 años que cerré mi proyecto de educación, me jubilé. No he cerrado el proyecto de mi archivo de plantas, entre otras cosas porque necesitaría varias vidas para concluirlo, pero sigo trabajando en ello. Hace esos cinco años que empecé, y acabo de terminar el proyecto del libro. Un par de años después de empezar el libro, empecé el proyecto de Fundación Pep Bonet Capellá. Este es un proyecto que, si evoluciona como me gustaría, nunca veré acabado, sobre todo porque me encantaría que creciera sin fin… Y, ¡vete tú a saber si se me ocurre algo más!

Lo que acabo de escribir igual hubiera sido un buen parlamento para la presentación de “DIÁSPORAS”, pero mi punto de anarquía y presentarme sin un guion me llevó a decir cualquier otra cosa… que, seguramente, venía a ser lo mismo.

Justifiquemos nuestra historia

Justifiquemos nuestra historia

En general nuestros artículos, en el blog de la fundación, siempre están dedicados a temas de aplicación práctica y real de nuestro trabajo. Hoy, de repente y por algunas asociaciones de ideas que no vienen al caso, he recordado un trabajo inédito y un escrito de allá el 2006 (ya ha llovido) y me ha parecido MUY PERTINENTE darle publicidad.

El escrito nada tiene que ver con los fines de la Fundación, de hecho, en la época que se sitúa ni sabía que existieran las fundaciones. Pero ayuda a entender algunas cosas, ¿por qué en la Fundación tenemos las ideas que tenemos?, ¿qué es lo que define nuestro estilo de fotografía? Incluso justifica el por qué tenemos la norma de hacer foto científica, respetando todas las normas artísticas que podemos.

Es más, sabemos que fotógrafos jóvenes, en formación, nos siguen. Quizá puedan aprender algo sobre nuestras experiencias o del camino que nos ha traído a nosotros hasta nuestro presente. En su momento empezó como un divertimento sobre “Los Vicios”, al final acabó como “Cuestiones de Salud Pública”.

Historia de uno de nuestros archivos

Historia de uno de nuestros archivos

El último artículo publicado en este blog fue el referente a la equivocación que cometí, hace muchos años, al confundir los estigmas y anteras de Cytinus hypocistis con las semillas de dicha planta (se puede consultar)

Las cosas no suceden porque si, el descubrir el error (y subsanarlo) fue debido, primero a que algo he aprendido con los años, en segundo lugar, que llevo años preparando la edición de un libro, precisamente sobre semillas y uno se vuelve más observador y, en tercer lugar, que, en una excursión a la zona de Muleta, en Sóller, encontramos el otro Cytinus, el C. ruber, que, rápidamente pasó a engrosar los archivos de la Fundación.

Veamos la historia de esta nueva referencia. Nuestro archivo más importante, y en el que llevamos “toda la vida trabajando”, es botánico. Empezamos con flores y terminamos especializados en frutos y semillas. Pero las plantas crecen, libres, en el campo, a veces en el campo de al lado y otras en lo más alto y recóndito de la montaña. Para eso nuestro primer contacto suele provenir de excursiones, paseos o, directamente, de expediciones de herborización.

En el caso de C. ruber, nuestro primer contacto fue en una salida de herborización del Jardí Botànic de Sóller. Un experto y algunos aficionados recorríamos una zona de la Tramontana buscando e identificando plantas, incluso recogiendo las más significativas para montar pliegos de herbario para posteriores trabajos científicos. En el lugar adecuado, debajo de un Cistus, apareció un Cytinus parasitando y que fue identificado como C. ruber.

Como no estaba en el archivo de la Fundación, empecé el protocolo de documentación. En este tipo de salidas en grupo, botánicas o no, con una meta clara de cubrir territorio, de explorar la mayor superficie posible, jamás llevo el equipo fotográfico “potente”. Hay varias razones, pero la más importante es que, aunque sean fotos de campo, hacer un documento para la posteridad, documentar una planta que, quizá, pueda terminar ilustrando un trabajo de investigación importante, implica “montar un estudio in situ”. Si visitáis el blog de la Fundación encontraréis algunos artículos, precisamente, de cómo hacemos el trabajo de campo, por ejemplo “TÉCNICAS EN LA FOTOGRAFÍA DE CAMPO”.

Queda claro que una serie de fotos “como Dios manda” implica parar, extender cámara y muchos accesorios, controlar encuadres e iluminaciones, soportes, reflectores, protecciones al viento, etc. No es descabellado dedicar una hora a una planta y aprovechar para tomar una serie de fotos técnicas, científicas y artísticas que formarán el primer corpus de nuestro archivo. Ya que se ha encontrado un taxón nuevo para la Fundación, lo lógico es sacarle el máximo provecho, pero esto es incompatible con un grupo de botánicos que están haciendo otra cosa. Por eso, en las salidas de grupo, lo máximo es llevar una cámara pequeña, sin accesorios, para tomar alguna instantánea de referencia.

Esto implica que habrá que hacer otra excursión al lugar de la planta, esta vez en solitario (o acompañado de gente dispuesta a parar por tiempo indefinido (a veces otros fotógrafos, porque en la Fundación lo compartimos todo, incluso nuestros “modelos”) provistos del equipo “serio”, dispuestos a dedicar todo el tiempo necesario a inmortalizar la planta hallada.

Pero no acaba aquí, nuestra especialidad son frutos y semillas, que suelen seguir a las épocas de floración. Pero, a efectos de documentar, es importante tener una secuencia de la vida de la planta, en ocasiones puede ser interesante desde la salida del cotiledón, tronco, hojas, textura de la planta, flores, etc. Esto permitirá documentar cualquier trabajo sobre dicha planta y, por descontado, representa hacerle tantas visitas como sea necesario. En el caso de plantas raras, de poca dispersión y encontradas en lugares remotos, significa hacer expediciones remotas y, por tanto, pesadas, a veces desagradables.

Retomando a nuestro C. ruber, por falta de disponibilidad sigue pendiente hacer la documentación de alta definición, en este momento solo tenemos las fotos de campo que se tomaron con una cámara casi compacta, una Panasonic Micro 4/3 de 12 Mpx. Para una publicación en A4, sin grandes reencuadres, es suficiente, pero siempre hay que prever que la foto pudiera ilustrar un cartel de presentación de algún acontecimiento con medidas cercana o superiores al metro… y, en este caso, nuestro archivo es insuficiente para un trabajo de calidad.

Lo que no podíamos dejar pasar era la fructificación, se hizo otro desplazamiento a Muleta (Sóller) para recoger unas muestras de planta completamente desarrollada, con las semillas ya maduras, entre otras cosas porque las semillas (y en particular estas semillas que tienen un tamaño de unos 0,2 mm) no se pueden fotografiar in situ con una cámara compacta, en plan “salir del paso”. Hay que realizar un trabajo de macro extremo, con cámaras especiales, con técnicas que también hemos publicado en nuestro blog (hay varios artículos) y, ya que estamos, usando la cámara más potente que tenemos, una Fuji DFX50 de 50 Mpx.

Así y todo, en el caso de C. ruber, hicimos una primera serie de semillas que resultaron inmaduras. Hubo que volver al sitio pasado un tiempo y volver a recoger muestras mas granadas, con las semillas mas maduras. En el caso concreto de los Cytinus se da el caso de que las semillas crecen en una melaza (por cierto, dulce y con algunas propiedades medicinales) lo que dificulta mucho sacar buenas fotos de ellas, cosa que se soluciona dejando secar la planta durante semanas.

Como habrás ido siguiendo, amigo lector, estos archivos, que puedes consultar en nuestra web, fundacionpepbonetcapella.com y que podemos compartir contigo (siguiendo las normas de la Fundación), son el resultado, a veces, de años de seguimiento, de múltiples desplazamientos, de largas excursiones, a veces repetidas, de días de trabajo físico e intelectual, de muchas horas de ordenador, para apilar, montar, limpiar, retocar luces, etc. Excuso contar que ha habido plantas, como fue la Merendera filifolia, que nos dieron esquinazo durante tres años para unir flores, frutos y semillas. O las veces que hemos encontrado la planta, pero parasitada hasta el extremo de no encontrar semillas, solo gusanos… ¡Nos ha pasado de todo, y más que nos pasará!

En fin, la Fundación, aparte de la seriedad que la caracteriza, también son estas historias del quehacer diario y nuestros archivos, que están sacados de la realidad, implican todas estas situaciones y más. Por tanto, si crees que nuestro trabajo resulta interesante, compártelo, difúndelo, quizá en tu caso concreto solo te sirve de entretenimiento o curiosidad, ¡un placer por nuestra parte! Pero puede haber gente, estudiantes, docentes, investigadores, incluso comerciantes, que puedan aprovechar nuestros archivos para mejorar SUS TRABAJOS, sean de investigación o difusión y, para la Fundación, esta es su razón de ser.

De cómo confundir una flor con una semilla y tardar años en darse cuenta.

De cómo confundir una flor con una semilla y tardar años en darse cuenta.

La Fundación Pep Bonet Capellá nace, como bien se explica en nuestra presentación, de una pasión por la fotografía. El haber elegido, mayormente, la temática de flores, frutos y semillas nunca vino motivado por conocimientos de Biología y de Botánica. Fueron modelos que nos cautivaron (“me cautivaron”) por su estética, las flores, y más tarde por su topología, las semillas.

Para evitar que se nos critique por complejo de inferioridad, sí que presumimos de expertos fotógrafos en el apartado macro e incluso presumimos de buenos técnicos en mecanización, véanse si no los varios artículos de nuestro blog, referentes a construcción y uso de cámaras de fuelle o algunos artículos sobre óptica.

¿A qué viene este preámbulo? Pues a que esta campaña hemos corregido un error que cometimos (“que cometí”) bastante antes de convertir mi archivo en una Fundación.

Este artículo me parece importante, sobre todo, para esta gente joven que comienza, que entiendan que lo importante es aprender cada día y que la modestia y saber asumir (y rectificar) errores es algo que dignifica a la persona. No en vano existen los refranes “equivocarse es de humanos” y “rectificar es de sabios”.

Empecemos, no como excusa sino como historia de una confusión, viendo la fascinación de lo que hacen las plantas con sus semillas para reproducirse y, sobre todo, para dispersarse.

Las semillas son la cosa más rara del mundo, todas tienen formas especiales, para salir volando, para clavarse en la tierra, para almacenar humedad, para que las mordisqueen las hormigas, etc, etc. Si nosotros fuéramos gente preparada en biología, seguro que las mil formas, apéndices, deformaciones, grietas, costillas, darían para un apoteósico artículo, quien sabe si para una investigación formal… Pero bueno, nosotros hacemos fotos y ahí dejamos “eso”, por si algún biólogo “ve tema”.

Evidentemente, ante tal cantidad de presentaciones (y mi falta de rigor científico), esas cosas blancas de las fotos del encabezamiento se me antojaron semillas, ¿qué podían ser si no? A decir verdad eran residuos de unos Cytinus hypocistis recogidos avanzado el verano y totalmente resecos.

Dicen que la ignorancia es muy atrevida, en la foto de la izquierda se aprecian, perfectamente, unos bultos redondeados, hoy se que son ovarios, y coronándolos, negruzcas, las flores femeninas y, en la planta de al lado, la que no tiene engrosamientos, hay una cosa blanca, más definida en la foto de la derecha, estambres de la flor masculina… ¡lo que confundí con semillas!

Todo esto sucedió hace unos veinte años, desde entonces algo he aprendido y ahora, en la campaña de este año,  he actualizado el archivo del Cytinus hypocistis, se han documentado los dos tipos de flores y ya hay fotos de las semillas… Diré, como excusa de mal pagador, que son semillas minúsculas, miden entre 0,1 y 0,2 mm, de hecho casi invisibles a simple vista y están, evidentemente, en el interior del ovario, no coronando la planta.

En fin, lo cierto es que para llegar a estas últimas cuatro fotos hubo que empezar por las primeras y leer mucho. Pero, ¡llegar hemos llegado!

Si el artículo te ha parecido interesante, no dudes en difundirlo, el espíritu de la Fundación está en difundir y compartir las fotos que hacemos y, por qué no, compartir nuestra forma de entender la vida.