El paseo o la foto de campo, no solo son bonitos, ¡son imprescindibles! Tanto si hablamos de foto artística como documental, no hay ninguna duda que la natura siempre nos dará los mejores resultados… la espontaneidad de un insecto polinizando o la armonía del lugar de crecimiento, del hábitat natural de una planta son muy difíciles de reproducir en un decorado.
Sin embargo, en particular para documentación científica, existe un determinado tipo de toma técnica donde, precisamente, se aísla aquella hoja o aquella flor o aquellos sépalos que son tan importantes para identificar aquella planta. En estos casos, el decorado hasta se agradece.
O, como nos ha pasado estos días con la Portulaca oleracea y nos pasó con Erodium ciconium, que la planta tenga un comportamiento particular. Por ejemplo, en el caso del Erodium, que las flores se abrían a la salida de sol y, antes de mediodía, perdían los pétalos. O, en el caso de la Portulaca, que llevamos dos semanas persiguiendo sus flores amarillas (para completar nuestro archivo) y acabamos de descubrir que la Portulaca produce dos tipos de flor, una cleistógama, autofecundante y sin pétalos (la que tiene nuestra maceta de Portulaca) y luego la conocida flor amarilla, casmógama, con sus pétalos, sus abejitas y su polen.
Resolver estas cosas en campo puede representar un montón de viajes, incluso, por falta de coincidencia, perder la floración de una temporada, ¡perder un año persiguiendo una quimera!
Por eso, esta mesa de cultivo, donde cuidar y mimar macetas y el taburete donde montar el atrezzo para fotografiar detalles va a ser una mejora técnica impagable.
De hecho, en la foto una actuación real, las tomas en macro x2 de esas flores sin pétalos de nuestra Portulaca (la maceta un poco precaria)
En la mesa, además de artilugios para manipular, plantas pendientes de alguna toma. El Teucrium campanulatum pendiente de unas tomas de fruto maduro, la Lemna giba pendiente de una toma “submarina”… y la idea es seguir acumulando trabajo.
Nunca en mi vida había estado recluido, como máximo alguna gripe recalcitrante.
Creo que puedo decir, sin equivocarme mucho, que estamos ante una situación más que extraordinaria para la inmensa mayoría de la sociedad, la reclusión forzosa de prácticamente toda la sociedad, la paralización de la vida en la calle.
Gracias a las redes sociales estamos recluidos… pero no aislados… Aquello de cerrar puertas pero abrir una ventana…
En las redes sociales he ido leyendo algunos de los problemas que va a causar esta reclusión. Leyendo a investigadores de la UIB o del CSIC, muchos de los proyectos científicos van a quedar abortados porque son investigaciones sobre el mundo natural, con tomas de muestras imprescindibles para demostrar o sustentar teorías y, si no se puede transitar no se puede ir a por las necesarias muestras.
En nuestra humildad, #FundPepBonet no somos investigadores, nuestro trabajo de documentación, todo y tener utilidad científica, no es en absoluto básico e imprescindible, si no se hace esta primavera se hará la siguiente, no pretendemos poner nuestros documentos como motivo de supervivencia de ninguna especie (cosa que algunas investigaciones si pudieran estar en este nivel)
Pero, dentro de nuestra modestia, esta reclusión, este parón de actividades, sí que nos va a ocasionar retrasos en proyectos que teníamos en marcha. En su momento os contamos el proyecto de documentación de la reproducción de higueras, de todo el ciclo de polinización, tan compleja y tan hermosa, de aquella historia de mamas, prohigos y mamonas, de todo el ciclo de reproducción de Blastophaga psenes, etc. Pensábamos hacer un seguimiento de un año y un reportaje que abarcara todas las peculiaridades… evidentemente para uso y disfrute de investigadores y difusores del mundo agrario. Esta es la finalidad de nuestra Fundación. Nos guste o no, esto no va a ser así, esta primavera nos vamos a perder el ciclo de las avispas, habrá que encararlo el año que viene.
El saber popular está lleno de frases hechas para la situación que estamos viviendo, encerrados sin nada que hacer… o sin poder hacer lo que teníamos planeado…
En Mallorca, entre otras, “Encontrarse como un herrero sin carbón”. Menos mal que tenemos recursos y “el carbón” se inventa. Ya comentamos que habíamos empezado a escanear todo nuestro archivo de diapositivas en alta definición, 5000×5000 píxels, solo con eso cubrimos con creces el confinamiento.
Otra de nuestras especies en persecución era Erodium ciconium (encabezamos este artículo con una foto de sus semillas) De esta especie nos faltan fotos de la planta verde, hojas, flores, incluso siempre se pueden mejorar frutos y semillas. Para ahorrarnos trabajo, recurrimos a una institución científica, @BotanicSoller, donde gustosamente nos reprodujeron unas semillas, plantaron unas macetas de E. ciconium para que pudiéramos acabar la documentación cómodamente.
Eso está muy bien, pero el decreto de confinamiento no contempla “ir a documentar plantas a 20 km de nuestro lugar de residencia”, se trata de “confinar” el COVID 19, nadie pretende incordiar a las personas. Incluso la cosa es más complicada, los jardineros han tenido que reducirse a una mínima expresión, por evitar posibles contagios y, a la vez, para evitar que el jardín se seque. Digamos que hay un jardinero de servicios mínimos para regar lo imprescindible, ni más ni menos.
Cuando nos quisimos dar cuenta, las macetas de E. ciconium estaban sufriendo efectos colaterales de esta batalla, habían quedado “abandonadas”, sin regar. Aprovechando la necesaria movilidad entre domicilios y lugar de trabajo del poco personal del Jardín, atendiendo a las imprescindibles normas de seguridad, mascarillas, guantes, dejar la maceta en el suelo y guardar unos metros de distancia, bolsas de plástico para aislar y los correspondientes lavados de manos, el personal del Jardín me acercó la maltrecha maceta que yo he replantado en mi terraza (al lado de una cabra higuera que no se ve muy ufana) De esto hace unos días, las flores están pero aún no han abierto y destaca una magnífica aguja. Yo la voy regando, por las mañanas la contemplo un rato y, la verdad, se la ve cada día más vivaz, véanse sino las fotos del antes y el después. El nombre no será correcto, pero se asemeja al teletrabajo, o a aquello de “traerse trabajo a casa”
Decimos en Mallorca que “uns contes fa s’ase i altres fa es traginer” que, traducido, sería “unos planes hace el burro y otros hace el arriero”.
Entrando de lleno en la primavera, llevamos más de un mes totalmente atareados, cerrando especies de una futura publicación, buscando especies porque se nos ha ocurrido una foto original, como por ejemplo una Lemna giba entre dos aguas, buscando una Portulaca oleracea en flor o haciendo controles a especies de importancia etnológica y alimentaria, como puedan ser Ficus carica o Ceratonia silicua, higuera o algarrobo. En #FundPepBonet solemos comentar nuestras actividades, nos gusta compartir nuestra pasión y contar nuestras aventuras, por eso os hemos ido poniendo fotos y comentarios.
Pues bien, el sábado pasado, 14-3-20, salimos a “forrajear” y, por ejemplo, salió esta detalladísima foto de fruto de Fumaria, unas bolitas de apenas 1,5 mm, esto nos permite cerrar la ficha de esta especie, sin perjuicio de mejorar o ampliar, pero ya sin urgencias. Otra de las adquisiciones del sábado fueron bayocos de breva, de mama y de varios prohigos, frutos verdes, sin desarrollar, pero que en su interior ya tienen, perfectamente visibles las flores femeninas de estilo largo o corto y el prohigo, flores masculinas identificables.
La Fundación Pep Bonet Capellá es, aun, un proyecto que está en fase administrativa de registro, abogados y gestores ya están haciendo su trabajo, pero por ahora (y seguramente durante un tiempo) dependeremos de colaboraciones. Esto significa que para la fotografía microscópica dependemos de las instalaciones del Jardí Botànic de Sóller. En nuestras instalaciones podemos fotografiar un campo de 5×5 mm y ampliarlo x5, mientras que en Sóller tenemos la posibilidad de tomar un campo de 0,4×0,4 mm y ampliarlo x31, la diferencia es notable. Para según que detalles de flores, frutos o semillas nuestra instalación se queda corta… agradecemos al Jardí Botànic de Sóller su colaboración y soñamos que algún mecenas, en algún momento, nos ayudará a mejorar nuestras instalaciones…
Toda esta introducción viene a cuento que, como todo el mundo sabe (sic), está declarada una pandemia mundial, valga la redundancia, de coronavirus y que el mismo sábado, 14, por la noche, se declaró el estado de alarma en nuestro país y se confinó a los españoles en sus casas para intentar controlar la propagación de la enfermedad, sin lugar a dudas una medida correcta y necesaria, pero que nos ha partido por la mitad nuestros planes de trabajo.
Ya os contamos, hace tiempo, que entre las plantas que tenemos pendientes está Ficus carica, la higuera de toda la vida, pero yendo un poco más allá, documentando flores masculinas y femeninas, documentando todos los vectores de la sexualidad de las higueras, documentando el complejo proceso de la cabra higuera y su avispa mutualista, la que se encarga de transportar el polen… un proyecto interesante y divertido, de todos los proyectos que tenemos. En este caso, higueras e higos son fáciles de fotografiar, pero casi todo lo demás tiene magnitudes de 2mm para abajo y nos venía de perlas la colaboración del microscopio de Sóller… este que está a 20 km de nuestra residencia, con controles policiales, el microscopio al que el coronavirus nos ha bloqueado el acceso.
Como he dicho, el sábado recogimos bayocos de distintas higueras para sacar buenas fotos de flores longistilas y brevistilas. Pero es que, además, recogimos una mama en estado avanzado, por controlar en qué fase estaban las Blastophagas. Ante el confinamiento, el lunes siguiente intentamos “salvar los muebles”, intentamos sacar fotos de las flores, ya formadas pero minúsculas, de escasos 0,8-1 mm y confiar que luego el recorte será útil y, ¡cuál no fue nuestra sorpresa! El sobre donde estaba la mama estaba lleno de Blastophagas, la fase es la de ¡a poner huevos y a reproducirnos!
¡Qué desastre! No hemos abierto la mama, intentaremos sacar una foto del agujero del ostiolo, también minúsculo, con el equipo “de casa” y la tenemos congelada para, al abrirla, poder sacar fotos de Blastophagas macho y hembra, inmóviles, quizá en buena pose, ya veremos. Incluso, si tenemos suerte, puede que haya eclosionado alguna Phylotripesis caricae, que también ronda los 1,5 mm o que haya nematodos (estos imposible sacarlos en nuestro equipo)
El desastre es que, solo con esta mama hubiéramos tenido para varias sesiones, hubiéramos documentado, con suerte, polinizadores y sus parásitos, vamos, que nos venía una semana de trabajo tremendamente productivo. Ahora toda nuestra ansiedad es que este encierro no dure mucho, este proceso no es de un día, dura un par de semanas, pero si la cuarentena dura más habremos perdido quizá un año, al menos la relación mama-prohigo la habremos perdido hasta el año que viene… En fin, ¡es lo que hay! Al menos intentemos controlar la pandemia.
Técnicas para luchar contra el viento en la fotografía de campo, o de cómo inmovilizar al sujeto para poder tomar una foto, normalmente con el diafragma cerrado y a baja velocidad.
Como todas las actividades que en este mundo han sido, “todo tiene su qué”. Hacer fotos de natura implica aceptar pelearte con ella.
Mientras nos dediquemos al paisaje, hacer fotos dependerá de nuestro pulso o de lo estable que resulte nuestro trípode. Es cierto que hace aire y las hojas se mueven, pero en la foto no se aprecia.
El problema aparece al dedicarnos al macro… ¡y no digo nada del macro extremo! Pensad que si el encuadre es de una flor de, por ejemplo, 30 mm, con un estilizado pedúnculo de varios cm y el viento, incluso una delicada brisa, la mueve, fácilmente la flor oscilará 5 a 10 mm, pero es que, además, en las ráfagas se moverá rápido, compulsivamente, a veces temblando agitada. Lo de conseguir disparar el obturador en el momento que esté quieta o a una velocidad más rápida que sus oscilaciones es todo un reto.
Recordemos que en las tomas macro, estamos dispuestos a vender nuestra alma por poder cerrar un punto de diafragma “más” y que esto nos lleva a velocidades bajas (fácilmente a 1/15 de segundo)
Si, además, estamos en macro extremo, que estamos limitados por los problemas de difracción y profundidad de campo, la solución sabemos que es tomar distintos planos a distintas profundidades de imagen y apilarlos (ventajas de la foto digital, antes, con película, esto era ciencia ficción) Haceros a la idea de que el viento nos pase la flor de un lado a otro del fotograma… ¿cómo se apila esto luego?
Por eso, aparte de equipo fotográfico, siempre paseo estos artilugios. Básicamente un mini trípode y dos púas fáciles de clavar en la tierra (no siempre hay tierra, a veces es roca). En beneficio del “todos con todos”, estos tres soportes acaban en la rosca típica de máquina fotográfica, la de ¼”. Como soy “del oficio”, hace años que compré un juego de machos y una terraja y rosco a diestro y siniestro. Si no conocéis la técnica (que es bastante fácil y no muy cara) cualquier mecánico os pondrá roscas, macho y hembra, en casi cualquier sitio.
También paseo varios palmos de hilo de cobre y un par de trozos de hilo soldados a una tuerca de ¼” (en algunas ferreterías, cada vez menos, siguen vendiendo tornillería de ¼”, los pasos ingleses de antes del Sistema Métrico Decimal, que es de donde sale la rosca de cámara de fotos) Con esta tornillería y un poco de inventiva es fácil hacer artilugios para aguantar cámaras y accesorios.
Luego, en el mundo de la electrónica, encontré una joya para el caso, las antenas telescópicas de radio. Las hay bastante recias y tienen la ventaja de “estirarse” a la medida de la planta a fotografiar. Roscándolas en la base y soldándoles un trozo de hilo de cobre con una pinza de cocodrilo son fáciles de montar en el mini trípode o en una púa.
Con este “mecano”, una vez elegido el sujeto a fotografiar, se coloca un auténtico andamiaje de sujeción, por descontado que no salga en la foto, pero que inmovilice la flor o fruto contra los embates del viento.
Otro truco que uso, llevo la consabida rosca de cámara en el trípode y una mini rótula, esto me permite sujetar alguna de mis antenas telescópicas al mismísimo trípode donde está la cámara y dirigirla al brote que quiero fotigrafiar. Esto es especialmente interesante cuando el sujeto está en una rama alta (manejo un trípode de 1,80 m y los alambritos, a esta distancia, poco sujetan)
Pero, si os fijáis, siempre es lo mismo, roscas estándar de cámara, antenas de radio roscadas, trozos de hilo de cobre (fácil de manejar) y estas mini rótulas porque las antenas “no se doblan”.
En otro artículo de este blog di unas primeras pinceladas al macro extremo, en particular a los problemas de profundidad de campo que plantea y a la influencia de la difracción. Lo que nos obligaba a elegir entre cerrar diafragma o mejorar definición… o, lo que nos resultaba, que para tener una buena imagen sacrificábamos profundidad de campo y había que recurrir a las tomas por capas y el apilado (¡Demos gracias a los Dioses que vivimos en la era digital! Este proceso con película resultaba prácticamente imposible, por eso se recurría a las correcciones de Scheimpflug)
Vamos ahora a estudiar, muy simplificadamente, los problemas de la microscopía, empezando por un paralelismo entre cámara adaptada a macro, con fuelle, y el microscopio óptico.
Si observamos las figuras, la formación de imagen es bastante similar en ambos instrumentos. En el caso de la cámara usada en macro tenemos un objetivo, en realidad un juego de lentes positivas que se pueden simplificar a una sola. Para el microscopio se da la misma realidad, un objetivo de lentes positivas.
En la cámara macro nos conformamos con nuestro objetivo y un fuelle y pasamos directamente a tomar la foto, sea con película o con sensor. En macro usaremos objetivos de entre 50 y 100 mm de distancia focal y fotografiaremos objetos de bastantes milímetros, normalmente casi tan grandes como el sensor, con lo que solemos hacer tomas entre x0.5 y x5, a veces se puede llegar a x10. Lo típico, insectos, semillas, partes de la flor, etc.
En el microscopio somos más ambiciosos, para empezar podemos comenzar por ampliaciones x40 o x100, son normales x200 y hasta x400. Para conseguir imágenes tan ampliadas se suelen usar objetivos de escasos 10 mm o menos. No se usa fuelle, se construye un sistema sólido, con todas las partes roscadas y solidarias, perfectamente mecanizadas. El fuelle de la cámara macro es equivalente al cuerpo del microscopio. Además, no nos conformamos con la imagen que nos da el objetivo, en el microscopio ampliamos esta imagen con otra lente de aumento, el ocular.
Ahora es interesante repasar como se forma la imagen en una lente. Recordando aquella física de bachiller, hacíamos la composición de la figura y nos salía la imagen invertida.
En fotografía “normal”, el objeto está muy lejos del foco de la lente, para un objetivo de 50 mm, que el objeto esté a 15 m o en el infinito nos forma las dos imágenes muy cerca una de la otra. Luego, si recordamos aquello de los círculos de confusión, es relativamente fácil conseguir una profundidad de campo digamos que “cómoda”.
Cuando llegábamos al macro extremo vimos que la cosa se complicaba, el objeto ya está bastante cerca del foco del objetivo y hay que empezar a pensar que nuestro objeto no será una imagen plana, un sello de correos por ejemplo, más bien será una nuez, que tiene un volumen considerable. No todas las partes de la nuez están a la misma distancia del foco de la lente, no todas las imágenes de cada punto de la nuez se forman a la misma distancia. Véase sino la figura, conforme acercamos el objeto al foco, la imagen se forma cada vez más lejos, en este caso mucho más lejos.
Repitamos el dibujo para una lente que enfoca un objeto real, con muchos puntos a considerar (en el dibujo solo dos, por claridad)
Aquí se presenta el problema que ya anunciábamos en macro, los puntos 1 y 2 nos dan las imágenes 1 y 2, en este caso muy separadas al acercarnos al foco de la lente, pero la profundidad de campo no tiene por qué cubrir estos dos puntos y que conste que en el dibujo hemos exagerado, la profundidad de campo NUNCA es así de grande.
Una curiosidad, que tiene explicación matemática que no demostraremos, es que si se analizan los círculos de confusión en los distintos puntos de enfoque, para un diafragma concreto, se comprueba que la profundidad de campo se reparte en un tercio “del objeto hacia la cámara” y dos tercios “del objeto hacia el infinito”. Esto viene dado por lo de “más cerca del foco – más lejos la imagen” y, en los planos de imagen, la profundidad de campo vendría a repartirse según el dibujo, repetimos que exageradamente.
Todo esto sucede igual en una cámara que en un microscopio. En mi cámara, por ejemplo, usando un objetivo de 135 mm y haciendo tomas x2, tengo una profundidad de campo, comprobada, de 1,6 mm. Si hago las fotos con microscopio, por ejemplo en tomas x100, la profundidad de campo se reduce a 15 micras (0,015 mm), vamos, ¡un desastre!
De ahí que cuando se mira con un microscopio no vemos nunca el objeto entero, siempre hay que ir “subiendo y bajando” el foco. En los trabajos de microscopia científica lo normal es mirar láminas extremadamente finas o líquidos prensados entre un portaobjetos y un cubreobjetos, del grueso justo para lo que queramos ver y poder aprovechar al máximo la poca profundidad de campo, además sin posibilidad de variación. Los objetivos de microscopio no incorporan diafragma, son de abertura fija.
En el caso de la documentación que yo practico, me resulta más interesante fotografiar “objetos”, más que “superficies”. El tema que yo trato es más de frutos y semillas, objetos en volumen que pueden llegar a resultar más gruesos que anchos, vamos, que para mí es normal hacer tomas a un fruto con semillas con un volumen de 1x1x1 mm, a una ampliación de x100, con una profundidad de campo real de 0,015 mm (15 micras)
El caso, por ejemplo, de esta semilla de Anagallis tenella. Esta semilla, que se ve en la foto de microscopio ampliada x100 y de la cual presento un esquema de cómo se hizo, tiene escasamente 1 mm, pero es que el microscopio, ampliando x100, me da escasamente 0,015 mm de profundidad de campo.
Para sacar esta foto, con este detalle y esta definición se tomaron 40 planos, separados las 15 micras de rigor, 40×15=600 micras. Aparentemente insuficiente para “cubrir” toda la semilla, pero solo estaba interesado en la parte de semilla “que sale en la foto”, la parte de abajo queda escondida.
Básicamente, con estas explicaciones, queda definida la microscopía de objetos.
La iluminación será una clásica de estudio, la típica “Rembrand con luz lateral”, por ejemplo. Procurar una luz que de algo de volumen al objeto, tal cual se apunta en el dibujo. Teniendo en cuenta que nuestros objetos serán milimétricos, se agradece mucho contar con una fibra óptica que nos facilite dirigir la luz.
Como nota curiosa, solo he sabido resolver bien la toma hasta x200. En el microscopio, cuando quiero hacer ampliaciones x400, el objeto me queda a 0,6 mm del objetivo y “no tengo espacio” para colocar la luz “donde yo quiero”. Esto me está limitando, por ahora, en las fotos de esporas (objetos de muy pocas micras que exigen ampliaciones de x400 o x1000)
El otro colofón necesario a este tema viene determinado por “la calidad mecánica” del microscopio. Ha quedado claro que todo el secreto de la microscopia de volúmenes viene determinado por la posibilidad de ir enfocando por capas de unas pocas micras. Esto implica tener un ajuste de desplazamiento fino sensible y sin resistencia, a la par que preciso micra a micra, un cuerpo de microscopio sólido, pesado, con un mecanizado de precisión, que no vibre en absoluto… En pocas palabras, ¡nada que no se arregle con dinero! De la óptica no hay que preocuparse, cualquier microscopio con buena y cara mecánica aporta una óptica de lujo para nuestras fotos.
Y el último comentario, una vez realizadas las tomas, que recomiendo realizar con la mejor calidad de sensor posible y siempre en formato RAW, para poder aprovechar al máximo todas sus posibilidades, entramos en la parte informática.
No descarto que en el futuro me pueda creer capacitado para escribir sobre el tema. En este momento no soy más que otro aprendiz.
En mi caso, lo primero que hago es revelar los archivos RAW, forzando la claridad y el enfoque de cada una de las tomas. Esto es necesario porque los programas de apilado se basan en seleccionar las partes de cada toma con mayores acutancias, para separarlas y montar un mosaico con ellas… y así elegir cada una de las partes enfocadas de cada una de las capas y presentar una toma única con una profundidad de campo imposible.
A continuación cedo el protagonismo al programa de apilado (yo uso Zerene Stacker, pero puede que haya otros iguales o mejores)
Solo hay un problema con el apilado, cuando se toman las fotos, para enfocar las capas se varía la distancia objeto-objetivo, con lo que cambiamos el tamaño del objeto, de una toma a la siguiente. El programa de apilado recalcula y unifica estas variaciones de tamaño, pero es inevitable que haya algunas superposiciones fallidas. Esto me obliga a recurrir, en último lugar, a un procesador de imágenes, a retocar “fantasmas” que rodean algunas partes de la imagen, y, ya que estamos, a limpiar la toma de puntos residuales, polvo, pelusas, etc.
Por el mismo precio, acabo la foto con un ajuste general de luz, color, contraste y foco, por aquello de dejar una foto “que parezca importante”.
Para un futuro, me gustaría probar un “microscopio confocal”, solo lo conozco de teoría, leído en internet. Pienso que me daría las mismas imágenes, pero bastante más limpias, con foco más definido, con contrastes y superficies más naturales y con menos “fantasmas”. En internet he visto, también, el precio y sospecho que tardaré en probarlo… todo dependerá del futuro del proyecto de Fundación Pep Bonet Capellá y la suerte que pueda tener con mecenas que la apoyen.
Mientras tanto, con la técnica descrita, llevo hechas bastantes cientos de fotografías microscópicas de flores, frutos, semillas, esporangios y alguna espora que han engrosado el archivo botánico… aquello de “pasito a pasito”…