Árboles y arbustos

Árboles y arbustos

En otra vida yo fui técnico, trabajé en la industria como electrónico y aprendí muchos trucos de oficios diversos… Me jubilé como “TÉCNICO”.

Y la pregunta es ¿a qué viene este comentario? Realmente a nada, sólo que mi historia ha sido la excusa para un salto al Pirineo, a ayudar a una amiga a camperizar una furgoneta… ¡Y a hacer fotos!

De “trabajo” no hablaremos, yo ya no trabajo, solo me divierto. Lo interesante fue aprovechar para, entre y entre, hacer fotos de los árboles de la zona. Teniendo en cuenta que vivo en una isla, un paseo por La Cerdeña es para mi una novedad y ocasión de plasmar una flora nueva para los archivos de la Fundación.

Ya hice un comentario sobre que nos hicieron una petición a los archivos de la Fundación para colaborar en un proyecto muy interesante sobre árboles. Sin entrar en detalles, que el proyecto no es nuestro, se trata de una interesante mezcla de jardines y arte, dirigidos a la difusión del mundo de la naturaleza. De verdad que ¡muy interesante!

Mientras hablaba con el creador del proyecto caí en la cuenta de que nunca me había interesado por los árboles y que, por tanto, no había colaboración posible, al menos de momento. Como que el proyecto es a años vista, lo único que había que hacer era abrir la correspondiente sección en nuestros archivos y empezar a trabajar sobre el tema. Además, como el citado proyecto ya tiene línea de acción, lo más eficiente era seguir su programa, como colaboradores… ¡y en esas estamos!

Y, en esta línea, vamos acumulando fotos, como este sauce o este algarrobo.

La verdad es que, con estos paisajes, puro Pirineo Catalán, es fácil hacer archivo. Se puede elegir bosque de montaña, a la vista está. Pero es que el valle que se adivina, entre el fotógrafo y las montañas del fondo, es el cauce del río Segre, kilómetros y kilómetros de bosque de ribera. Lo dicho, ¡hay dónde elegir!

Es de dominio público que procuramos para nuestro archivo fotos “especiales”, por contexto, por calidad, por cantidad de información, etc. Para conocimiento de nuestros seguidores, estas tres, sauce, algarrobo y paisaje, son tres composiciones en mosaico que aportan 19463×16386, 15129×11189 y 27872×8824 píxels respectivamente. En el artículo están comprimidas, pero nuestro archivo a disposición del público puede ofrecer hasta estos niveles… ¡Y, con estos niveles, se imprimen pósters!

Por descontado que somos fieles a nuestro lema, “DOCUMENTAR Y COMPARTIR”, no nos limitamos a la foto grandilocuente y de exhibición. Procuramos sacar toda la información posible, siempre pensando que nuestro trabajo puede serle útil al científico o al divulgador, por ejemplo, este detalle de frutos y hojas de un ciruelo.

O este detalle de tronco y hojas de álamo.

En tierras de Lérida encontré este pino, presupongo Pinus virginiana, pero no estoy seguro, siempre a la espera de que verdaderos expertos digan su última palabra.

Ya véis, amigos seguidores, que somos de “no dar puntada sin hilo”. Fuimos a camperizar una furgo, a pegar Kaiflex, a cortar y ensamblar maderas, a construir camas y armarios, en fin, a “trabajar” para poder viajar a lugares “sin servicio”, rincones de montaña, bosques alejados de la civilización, etc. Está claro que pensamos aprovechar este trabajo para ampliación de los archivos de la Fundación, pero, mientras, somos incapaces de “estarnos quietos”. En dos mañanas que dejamos de trabajar incrementamos nuestro archivo en 81 fotos nuevas. Así va creciendo el archivo de “fundacionpepbonetcapella.com” y así colaboramos con la naturaleza y sus usuarios.

Reforzando la idea de la Fundación, ¡he editado un libro!

Reforzando la idea de la Fundación, ¡he editado un libro!

En Mallorca decimos “de sa feina surt es profit”, literalmente, del trabajo sale el provecho.

No os daré “la turra”, pero, en los años que llevo publicando en redes he ido contando muchas de mis aventuras que, al fin y al cabo, han representado trabajo, sea por mis viajes, por mis construcciones, por el archivo de fotos logrado, por tantas y tantas cosas que llevo hechas. Siempre haciéndolas con el ánimo de que fueran “útiles”, pero con la clara idea de divertirme.

Entre tantas cosas que me definen está que hace más de treinta años que empecé a hacer fotos de “florecillas”. Un día, por casualidad, me llamó la atención el fruto en forma de judía de un árbol de una urbanización… ¡y me enganché al tema! A estas alturas ya presumo de que llevo media vida detrás de frutos y semillas, obsesionado.

Hace unos cinco años, J. L. Gradaille, a la sazón director del Jardín Botánico de Sóller, me recordó una conversación que llevábamos manteniendo desde finales del año 2000, y que no llegábamos a terminar: ¿Qué hacemos con mi archivo de frutos y semillas?

Llevábamos años hablando de editar un libro sobre la dispersión de las semillas, con aquello de “habría que hacerlo”, “es necesario”, etc., pero nunca “nos poníamos a hacerlo”. El detonante es que hace esos más o menos cinco años, un susto de salud nos recordó que somos finitos y que, si hay que hacer algo, ¡hazlo!… que para mañana puede ser tarde.

Hace, precisamente, unos cinco años Pep Lluís y yo nos metimos en un berenjenal. Por aquel entonces yo ya tenía un archivo de cerca de 500 taxones, había varios miles de fotografías seleccionadas, todas correctas. (Como nota personal, desde que entré en el mundo de la diapositiva de formato medio, profesional para los amigos, cualquier foto técnicamente incorrecta, movida, desenfocada, mala luz, etc., acabó en la basura)

Con estas referencias nos creíamos que montar el libro serian un par de meses de trabajo, ¡ja! Empezamos a seleccionar y empezaron a salir problemas tontos, Pep Luís, que llevaba el peso botánico (sabe del tema muchísimo más que yo) se miraba una foto, ­- “¡Uauuu! ¡Qué maravilla de foto! ¡Espectacular!… lástima que no se ve bien la dehiscencia”-

¿Qué puñetas debe ser una dehiscencia?, me preguntaba yo. Miraba la siguiente, se volvía a emocionar mucho, pero ahora no le gustaba el ángulo de toma porque, justamente este fruto o semilla se caracteriza por un eleosoma, o por unos pelos, o por vete tú a saber qué, y con el ángulo de toma que yo había elegido, precisamente esta tontería botánica no destacaba… ¡La foto espectacular, para enmarcar!… lástima de la tontería.

Dicho así parece que todo mi archivo era un fracaso, no, no es cierto, el libro que llegamos a montar salió, casi todo, del archivo original. Pero si que se tuvieron que replantear un centenar de fotos. Dedicar media vida a construir un archivo digamos que es cómodo, vas haciendo, pero, estoy escribiendo esto en abril, en primavera. Como alguien me pida un madroño con mucha urgencia, por muchos milagros que pueda hacer, ni lo comeremos ni le haremos fotos hasta el otoño próximo.

Todas estas fotos “tan maravillosas, pero que se podían mejorar” nos pusieron a contrarreloj. Pero, más problemas, el libro es de flora silvestre y las plantas nacen y crecen “donde les da la gana”. No solo había que esperar, además había que ir a buscarlas… y no os creáis que crecen al lado de casa, muchas veces lo hacen en lugares insólitos, teniendo que ir varias veces hasta encontrarlas “en sazón” … ¡maldita dehiscencia! Nos ayudó mucho que el Jardí Botánic de Sóller sea un jardín de conservación y tenga, vivas, bastantes de nuestras carencias, pero, así y todo, no nos salvamos de un montón de viajes a “herborizar”, o mejor dicho, a “semillear”, ¡al otro lado de la isla!

Está claro que la selección ya fue problemática, Ítem más, la maquetación. Quien escribe una novela manda el texto, escrito a mano si hace falta, al maquetador y se desentiende. Pero, si resulta que un pelito, o los restos de un pistilo o la famosa dehiscencia son tan importantes que tuvimos que ir cinco veces a la Albufera para repetir una foto, ¡solo nos faltaba que el maquetador (que no tiene por qué ser botánico) nos fastidiara la foto! Sin tener excesiva idea del tema, nos pusimos nosotros a recortar fotos… y, ya que estábamos, tuvimos que contar las palabras de los escritos de TODAS las fichas, en tres idiomas, para que se pudieran colocar en el rincón que quedaba… ¡CINCO AÑOS, CINCO, MONTANDO LIBRO!

En fin, que “de sa feina surt es profit” y el día 6 de abril del 2022 presentamos en público “DIÁSPORAS, frutos y semillas de la flora balear. DISPERSIÓN”. Es un éxito personal, por fin he escrito un libro, pero es que, es más. Estos últimos años procuro ir cerrando proyectos, inexorablemente la vida sigue y hay que procurar dejar obras hechas, útiles a la humanidad (no es necesario salvarla de nada, pero la vida creo que está para hacer algo útil)

Hace ya mucho que tuve hijas. Durante mi vida he plantado árboles. Hace ya 10 años que cerré mi proyecto de educación, me jubilé. No he cerrado el proyecto de mi archivo de plantas, entre otras cosas porque necesitaría varias vidas para concluirlo, pero sigo trabajando en ello. Hace esos cinco años que empecé, y acabo de terminar el proyecto del libro. Un par de años después de empezar el libro, empecé el proyecto de Fundación Pep Bonet Capellá. Este es un proyecto que, si evoluciona como me gustaría, nunca veré acabado, sobre todo porque me encantaría que creciera sin fin… Y, ¡vete tú a saber si se me ocurre algo más!

Lo que acabo de escribir igual hubiera sido un buen parlamento para la presentación de “DIÁSPORAS”, pero mi punto de anarquía y presentarme sin un guion me llevó a decir cualquier otra cosa… que, seguramente, venía a ser lo mismo.

¡Ya tenemos presentación de «DIÀSPORES, Fruits i llavors de la Flora balear, DISPERSIÓ»!

¡Ya tenemos presentación de «DIÀSPORES, Fruits i llavors de la Flora balear, DISPERSIÓ»!

Como os avanzamos en el anterior post, nuestro fundador Pep Bonet Capellá es co-autor de un libro junto a su compañero Pep Lluis Gradaille, que se presentará el próximo viernes en Palma de Mallorca.

El Jardín Botánico de Soller https://jardibotanicdesoller.org/es/, que es la gestora que lo comercializará, acaba de anunciar la presentación oficial, el próximo viernes, día 8 de abril a las 19h, en la Fundación Sa Nostra de la C/ Concepción, 12 de Palma de Mallorca.En mi nombre y en el de fundacionpepbonetcapella.com, os invitamos al acontecimiento.

Historia de una publicación

Historia de una publicación

Quizá la única cosa buena de cumplir años es que te da tiempo para hacer muchísimas cosas… ¡Incluso las que antes no sabías hacer!

Para los que no tengáis lectura a mano, podéis entrar en mi blog personal o en el blog de la Fundación y podréis leer una pequeña muestra de estas cosas que voy haciendo. En realidad, comentan mis mayores, se ve que nací con el culo inquieto. Siendo criaturita ya me apodaban “en Pep terrible” (Pepe el terrible para no catalanoparlantes) ¡porque no paraba!

Antes de la pubertad ya decidí que sería electrónico y a los 18 ya me emocionaba sacar fotos (sin tener ni idea de cómo montar una imagen). Aun recuerdo el ridículo, al comprar mi primera cámara, cuando pregunté al vendedor si era una cámara adecuada para sacar fotos “en color y en blanco y negro”. El vendedor, educado él, se sonrió y yo, actualmente he llegado a trabajar como profe de fotografía… Habrá que reconocerme, al menos, capacidad de superación. En pocos años ya hacía cosas como este mosaico que decora mí casa.

Quizá uno de mis muchos puntos de inflexión haya sido, allá por los 80/90, después de no se cuantos “talleres” de fotografía de barrio, después de haber hecho fotografía submarina, después de haber probado la fotografía astronómica, de haber hecho algún retrato, de haber aprendido a revelar, en B/N y color, de haber colgado alguna foto en exposiciones colectivas, en fin, después de unos años de afición fotográfica sin orden ni concierto, de repente “me quedé sin inspiración”… estaba harto de hacer siempre las mismas fotos, pero sin saber por qué las hacía. ¡Este fue el momento en que hice mis primeras florecillas! Fue cuando me metí en foto botánica “para probar” y, casi 40 años después, sigo con el tema… bueno, con este y otro montón de temas, ¿recordáis lo de culo inquieto?

La botánica, sin quererlo, trastocó mi arte y mi comportamiento. Mientras hice fotos al tun-tun fotografiaba lo que conocía, pero al meterme en florecillas me sentí perdido y no me quedó otra que leer. Para las flores hay que leer botánica. Y cuanto más leía, más cosas descubría y más cuenta me daba de mis desconocimientos. Y tuve que aprender a identificar lo que fotografiaba, ya eran demasiadas flores “rojas” o “amarillas”. Empezó a ser importante saber distinguir entre una Asterácea o una Malvácea. De aquella época es mi primera exposición en solitario, “Flors d’Arran de Camí”, donde, de alguna manera se gestó este libro que ahora presento, “DIÀSPORES. Fruits i llavors de la Flora balear, DISPERSIÓ”.

En esta exposición apareció en escena Pep Lluís Gradaille, le conocía, poco, por ser el director del Jardí Botànic de Sóller y le invité. Por presumir, aproveché para mostrarle mis primeras fotos de semillas, recuerdo que le mostré algunas fotos de este estilo

Quedó “epaté”, sobre todo porque él estaba acostumbrado a la típica foto de un puñado de semillas sobre una cartulina blanca, al más puro estilo de libro científico, y este proceso, con composición, con fondos, controlando luces y sombras, vamos, tratando a la semilla como una vedette, dijo que nunca lo había visto.

Aquel día no planteamos nuestro libro de hoy, pero lo que, si se estableció casi “para siempre”, fue enfocar mi trabajo fotográfico a frutos y semillas. No había dudas de que era un campo inmenso y, desde mi prisma, inédito. A partir de entonces tuvimos mucho contacto, pasé a ser “amigo del Jardín”, a disfrutar de una cierta autonomía para perseguir flores, frutos y semillas y, muy importante, a poder incordiar pidiendo que ellos, expertos, identificaran las plantas que yo fotografiaba.

Lo que si se planteó, a raíz de la exposición, fue una propuesta totalmente fantástica de hacer un trabajo con fotos “de la dispersión de las semillas”. Hacer fotos de los frutos que explotan y dispersan las semillas como perdigones, o de aquellas Asteráceas que lanzan sus semillas a volar, atadas a un plumero, o de las ovejas cuando se rebozan de semillas ganchudas… Vamos ¡una fantasía! Estamos hablando de un nivel de fotografía que ronda lo imposible, al menos para mis medios.

Pasaron años y yo amplié mi archivo de botánica, que ahora se puede consultar en la web de la Fundación (fundacionpepbonetcapella.com). Hace ya unos cinco años retomamos el tema de editar, esta vez con los pies en el suelo, con una potentísima información por compartir, algo más sabios por la edad… Y, además, supimos resolver aquel problema de “fotografiar la dispersión”: recurrimos a un dibujante, Marcelo Pinto, que nos ha permitido documentar muy gráficamente los distintos métodos que usan las plantas para dispersarse e ir ganando nuevas tierras para su expansión y “dominio del planeta” (no se vivir sin mi nota distópica, jajaja) En “DIÀSPORES” hay un interesante capítulo sobre el tema, a partir de la página 27, con dibujos tan expresivos como estos.

J. L. Gradaille y yo unimos fuerzas. Él sabe mucha más botánica que yo y se encargó de la documentación científica, yo me dediqué a lo mío, la documentación gráfica y, cuando no llegábamos, buscamos gente sabia que evitara que dijéramos algún disparate, la Dra. Ana Traveset y el Dr. Costas Thanos se prestaron a revisarnos y corregirnos, cosa que agradecemos.

Dado nuestro carácter independiente, tanto Pep Lluís como yo, el libro lo editamos nosotros, nosotros maquetamos y recortamos cada una de las fotos. No es por criticar a los maquetadores, que son profesionales indiscutiblemente. Es que el libro es botánico y básicamente visual, en realidad el libro se basa en las imágenes de frutos y semillas, siempre acompañados de una visión de la planta en crecimiento y, a veces, una toma de su hábitat, todo ello acompañado de una breve descripción botánica que señale que caracteres hemos querido mostrar. Mostrar o no el limbo de una hoja o los pelos de un tallo o unas decoloraciones en un fruto es imprescindible para la finalidad del libro: la dispersión de las semillas. Pasarle todo el material y el encargo a un maquetador no botánico era llamar al desastre y, una vez metidos en el lío, cogimos el toro por los cuernos y lo bocetamos todo nosotros, cortando fotos, midiendo textos y ordenando espacios en las páginas.

Ya estamos que soy padre de la criatura, en absoluto objetivo, ¡pero nos ha salido una preciosidad de libro!

Como que, tanto Pep Lluís como yo, somo unos soñadores no demasiado prácticos, poco dados a los negocios, nos pareció perfecto que la comercialización la hiciera la Fundació Jardí Botànic de Sóller – Museu Balear de Ciències Naturals, localizables en www.jardibotanicdesoller.org, con teléfono +34971634014. Nos lo planteamos como una buena causa, como una colaboración con el Jardín.

En fin, a grandes rasgos, esta ha sido la historia de un libro que, egos aparte, me encantaría que fuera de utilidad para botánicos, que, aparte de estética, sirviera para mejorar o afianzar el conocimiento de la gente. Este libro no deja de cumplir con la divisa de la Fundación Pep Bonet, DOCUMENTAR Y COMPARTIR.

No dudes en dar difusión a este artículo para beneficio de todos los interesados en la botánica, algún conocimiento sacarán de él.

Historia de uno de nuestros archivos

Historia de uno de nuestros archivos

El último artículo publicado en este blog fue el referente a la equivocación que cometí, hace muchos años, al confundir los estigmas y anteras de Cytinus hypocistis con las semillas de dicha planta (se puede consultar)

Las cosas no suceden porque si, el descubrir el error (y subsanarlo) fue debido, primero a que algo he aprendido con los años, en segundo lugar, que llevo años preparando la edición de un libro, precisamente sobre semillas y uno se vuelve más observador y, en tercer lugar, que, en una excursión a la zona de Muleta, en Sóller, encontramos el otro Cytinus, el C. ruber, que, rápidamente pasó a engrosar los archivos de la Fundación.

Veamos la historia de esta nueva referencia. Nuestro archivo más importante, y en el que llevamos “toda la vida trabajando”, es botánico. Empezamos con flores y terminamos especializados en frutos y semillas. Pero las plantas crecen, libres, en el campo, a veces en el campo de al lado y otras en lo más alto y recóndito de la montaña. Para eso nuestro primer contacto suele provenir de excursiones, paseos o, directamente, de expediciones de herborización.

En el caso de C. ruber, nuestro primer contacto fue en una salida de herborización del Jardí Botànic de Sóller. Un experto y algunos aficionados recorríamos una zona de la Tramontana buscando e identificando plantas, incluso recogiendo las más significativas para montar pliegos de herbario para posteriores trabajos científicos. En el lugar adecuado, debajo de un Cistus, apareció un Cytinus parasitando y que fue identificado como C. ruber.

Como no estaba en el archivo de la Fundación, empecé el protocolo de documentación. En este tipo de salidas en grupo, botánicas o no, con una meta clara de cubrir territorio, de explorar la mayor superficie posible, jamás llevo el equipo fotográfico “potente”. Hay varias razones, pero la más importante es que, aunque sean fotos de campo, hacer un documento para la posteridad, documentar una planta que, quizá, pueda terminar ilustrando un trabajo de investigación importante, implica “montar un estudio in situ”. Si visitáis el blog de la Fundación encontraréis algunos artículos, precisamente, de cómo hacemos el trabajo de campo, por ejemplo “TÉCNICAS EN LA FOTOGRAFÍA DE CAMPO”.

Queda claro que una serie de fotos “como Dios manda” implica parar, extender cámara y muchos accesorios, controlar encuadres e iluminaciones, soportes, reflectores, protecciones al viento, etc. No es descabellado dedicar una hora a una planta y aprovechar para tomar una serie de fotos técnicas, científicas y artísticas que formarán el primer corpus de nuestro archivo. Ya que se ha encontrado un taxón nuevo para la Fundación, lo lógico es sacarle el máximo provecho, pero esto es incompatible con un grupo de botánicos que están haciendo otra cosa. Por eso, en las salidas de grupo, lo máximo es llevar una cámara pequeña, sin accesorios, para tomar alguna instantánea de referencia.

Esto implica que habrá que hacer otra excursión al lugar de la planta, esta vez en solitario (o acompañado de gente dispuesta a parar por tiempo indefinido (a veces otros fotógrafos, porque en la Fundación lo compartimos todo, incluso nuestros “modelos”) provistos del equipo “serio”, dispuestos a dedicar todo el tiempo necesario a inmortalizar la planta hallada.

Pero no acaba aquí, nuestra especialidad son frutos y semillas, que suelen seguir a las épocas de floración. Pero, a efectos de documentar, es importante tener una secuencia de la vida de la planta, en ocasiones puede ser interesante desde la salida del cotiledón, tronco, hojas, textura de la planta, flores, etc. Esto permitirá documentar cualquier trabajo sobre dicha planta y, por descontado, representa hacerle tantas visitas como sea necesario. En el caso de plantas raras, de poca dispersión y encontradas en lugares remotos, significa hacer expediciones remotas y, por tanto, pesadas, a veces desagradables.

Retomando a nuestro C. ruber, por falta de disponibilidad sigue pendiente hacer la documentación de alta definición, en este momento solo tenemos las fotos de campo que se tomaron con una cámara casi compacta, una Panasonic Micro 4/3 de 12 Mpx. Para una publicación en A4, sin grandes reencuadres, es suficiente, pero siempre hay que prever que la foto pudiera ilustrar un cartel de presentación de algún acontecimiento con medidas cercana o superiores al metro… y, en este caso, nuestro archivo es insuficiente para un trabajo de calidad.

Lo que no podíamos dejar pasar era la fructificación, se hizo otro desplazamiento a Muleta (Sóller) para recoger unas muestras de planta completamente desarrollada, con las semillas ya maduras, entre otras cosas porque las semillas (y en particular estas semillas que tienen un tamaño de unos 0,2 mm) no se pueden fotografiar in situ con una cámara compacta, en plan “salir del paso”. Hay que realizar un trabajo de macro extremo, con cámaras especiales, con técnicas que también hemos publicado en nuestro blog (hay varios artículos) y, ya que estamos, usando la cámara más potente que tenemos, una Fuji DFX50 de 50 Mpx.

Así y todo, en el caso de C. ruber, hicimos una primera serie de semillas que resultaron inmaduras. Hubo que volver al sitio pasado un tiempo y volver a recoger muestras mas granadas, con las semillas mas maduras. En el caso concreto de los Cytinus se da el caso de que las semillas crecen en una melaza (por cierto, dulce y con algunas propiedades medicinales) lo que dificulta mucho sacar buenas fotos de ellas, cosa que se soluciona dejando secar la planta durante semanas.

Como habrás ido siguiendo, amigo lector, estos archivos, que puedes consultar en nuestra web, fundacionpepbonetcapella.com y que podemos compartir contigo (siguiendo las normas de la Fundación), son el resultado, a veces, de años de seguimiento, de múltiples desplazamientos, de largas excursiones, a veces repetidas, de días de trabajo físico e intelectual, de muchas horas de ordenador, para apilar, montar, limpiar, retocar luces, etc. Excuso contar que ha habido plantas, como fue la Merendera filifolia, que nos dieron esquinazo durante tres años para unir flores, frutos y semillas. O las veces que hemos encontrado la planta, pero parasitada hasta el extremo de no encontrar semillas, solo gusanos… ¡Nos ha pasado de todo, y más que nos pasará!

En fin, la Fundación, aparte de la seriedad que la caracteriza, también son estas historias del quehacer diario y nuestros archivos, que están sacados de la realidad, implican todas estas situaciones y más. Por tanto, si crees que nuestro trabajo resulta interesante, compártelo, difúndelo, quizá en tu caso concreto solo te sirve de entretenimiento o curiosidad, ¡un placer por nuestra parte! Pero puede haber gente, estudiantes, docentes, investigadores, incluso comerciantes, que puedan aprovechar nuestros archivos para mejorar SUS TRABAJOS, sean de investigación o difusión y, para la Fundación, esta es su razón de ser.